El infante don Luis (1769), por Anton Raphael Mengs,
El Infante Don Luis de Borbón, nace en 1727, en el palacio del Buen Retiro de Madrid, es el menor de los hijos varones de Felipe V y su segunda esposa Isabel de Farnesio.
Le llaman Luis en honor a Luis XV de Francia. Por su
posición en la línea sucesoria a la corona de España, desde niño, es destinado a la carrera eclesiástica tal
como se hacía en toda Europa con los segundones de la realeza y la
nobleza
En
1735, cuando apenas tiene ocho años, sus
padres consiguen que la Santa Sede le otorgue el arzobispado de Toledo. El
nombramiento, en un principio, se
realiza en calidad de administrador de los bienes temporales de la diócesis
toledana; el Concilio de Trento impedía
el ordenamiento de sacerdotes niños.
Luis, nunca tuvo
vocación religiosa, sus aficiones eran
la danza, la música, el tiro, la caza y la esgrima. Y en 1754 comunicó a
su hermano el rey Fernando VI su deseo de dejar la carrera
religiosa. El rey accede y el Papa
acepta su renuncia, por lo cual se le permite ese año abandonar la carrera
eclesiástica.
En 1761 Luis
compra el Condado de chinchón a su
hermano Felipe, que se había convertido en duque de Parma.
Don
Luis, que ha tenido una educación esmerada;
en Arenas de San Pedro, forma una
pequeña corte donde tiene como músico a Boccherini, que forma allí una
orquestina con grandes violinistas españoles. También se interesa el infante por la ciencia y en especial por la botánica, el arte, etc.. Como mecenas de
las artes, encarga retratos de su
familia, a un buen número de pintores, entre ellos a Goya, al que mediados
de 1783, invita a Arenas de San Pedro. Goya estuvo con la
familia del infante hasta el 19 de septiembre, realizando numerosos bocetos y
retratos individuales de los miembros de la familia. Al año siguiente volvió
para ejecutar uno colectivo. “ La familia del Infante Don Luis”. Estos encargos fueron cruciales para la carrera artística de
Goya que se destapó clamorosamente durante la década de 1780.
A continuación analizamos brevemente algunos de estos
retratos, comenzando por los retratos que realiza de perfil al Infante Don Luis
y a su esposa doña María Teresa de Vallabriga.
Ambos retratos son estudios preparatorios para el
gran lienzo que realiza de la familia que se conserva en la Fundación Magnani-Rocca de Corte de
Mariano (Parma, Italia).
¿ Quién es María Teresa?.
Nace en 1759, es hija de un capitán del regimiento de caballería y de Josefa Rozas, condesa viuda de Torresecas.
En 1776, a los
dieciséis años se casa con el Infante don Luis, matrimonio morganático.
Ese mismo año Carlos III publica una pragmática matrimonial por la que los hijos del matrimonio son relegados de la sucesión al trono. Carlo III con ello protegía la sucesión de su primogénito que no había nacido en España, una de las condiciones de la sucesión.
Centrándonos en los cuadros, que forman pareja, y aparece de busto y de perfil, mirándose ambos personajes, recortado sobre un
fondo oscuro; El viste casaca y camisa
blanca con chorrera de encaje y hebilla sobre la que destaca la banda azul de
la orden de Carlos III y debajo la roja del Toisón de Oro. Doña María Teresa, lleva
recogido el pelo en una pequeña coleta atada con un lazo azul oscuro que se
confunde con el fondo. Se puede advertir el tono azul intenso del único ojo que
vemos del infante, al que Goya intentó dotar de una cierta transparencia para
su perfecta caracterización. En el rostro sonrosado se aprecian los efectos de
la edad, así como la personalidad blanda y espiritual del retratado.
Me llama la atención las grandes pinceladas
sueltas y rápidas con las te trata el chal de María Teresa.
La
contraposición entre ambos perfiles recuerda la tradición de las medallas,
relieves y estelas de la Antigüedad, que resurgen en el Renacimiento.
“La familia del infante don Luis de Borbón”
Se trata de la primera gran composición a la que se enfrenta Goya, un gran retrato colectivo fechado en 1784 , diecisiete años antes que el de la familia de Carlos IV.
¿Qué vemos en el lienzo?
En conjunto observamos que Goya le da a la composición un aire de intimidad cotidiana.
María
Teresa, sentada en el
centro de la composición, con un llamativo peinador blanco, mira directamente
al espectador, mientras es peinada, por
su peluquero Santos Gracia. Tiene delante una mesa en la que su marido, el
infante don Luis de Borbón, de riguroso perfil, juega a las cartas. Tras él y también de perfil encontramos a su
hijo, don Luis María, más tarde cardenal y arzobispo de Toledo. A su lado
la pequeña María Teresa por la que Goya sentía predilección. Esta niña se
casaría más adelante con Godoy, y
será retratada por el pintor en un soberbio retrato cuando estaba embarazada.
Algunas damas de la pequeña corte y en el ángulo inferior izquierdo, agachado y
en penumbra, encontramos al propio Goya pintando sobre un gran lienzo que se
dispone en perspectiva.
A la derecha de la infanta se disponen en friso (de izda. a
dcha.): la niñera Isidra Fuentes con la pequeña María Luisa en brazos; Manuel
Moreno de las Heras, el más corpulento, oficial de la Secretaría del infante;
Gregorio Ruiz de Arce, ayuda de cámara, o Estanislao de Lugo y Molina,
preceptor de Luis María, o el violonchelista y compositor Luigi Boccherini;
Francisco del Campo, secretario particular de María Teresa e introductor de
Goya en el círculo de don Luis; y Alejandro de la Cruz, pintor de cámara de su
alteza. El fondo de esta reunión está enmarcado por grandes
cortinas recogidas de color verde.
La composición de esta obra se organiza en dos diagonales que
se cruzan en el centro, lugar ocupado por María Teresa.
Observamos
como mediante la utilización de la luz ha individualizado perfectamente cada uno de
los personajes, y ha creado una atmosfera
que da a la composición un
ambiente distendido como debían ser las veladas de don Luis.
Las calidades de telas y adornos han sido
representadas de manera exquisita, abriéndose el maestro la puerta como
retratista de corte.
La obra presenta cierta frontalidad, no hay fisuras que nos hagan pensar en una línea movida lo que, la aleja de la perspectiva barroca.
En cuanto al cromatismo, emplea varias tonalidades de rojo que se confunden
con la imprimación del cuadro.
Por
desgracia para Goya su primer mecenas, el Infante Luis, fallece dos años
después, pero Goya consigue el respaldo del los Duques de Osuna.
La del infante Don Luis fue la primera familia
retratada por Goya en su carrera, más tarde llegarían la de los Duques de Osuna
y la de Carlos IV.
Por ultimo analizaremos dos de los retratos que realiza
de María Teresa de Borbón:
El realizado en 1783, cuando aún es una niña, y que se
conserva en la en la galería Nacional de Arte de Washington D.C.
Si nos fijamos en el perro, esta raza es muy
común en los cuadros de Goya.
Se puede decir, también, que este es uno de los primeros
retratos españoles donde a
los niños se los trata como tales, dentro de un entorno de
juego habitual en la infancia.
En toda la obra emplea lo que se conoce como “paleta atmosférica”,
fiel a la naturaleza.
La Condesa de Chinchón.
1800
Nace en noviembre 1780
Ostenta por derecho propio y hasta el fin de sus días los
títulos de Condesa de Babadilla del Monte y de Chinchón y por
matrimonio fue, durante algunos años, Princesa de la paz y duquesa de Alcudia .
Apartada de la corte desde su nacimiento, junto con sus
hermanos, no pudieron usar el apellido
del padre por la Pragmática Sanción de Carlos III. A la muerte de su padre, en 1785, es
enviada con su hermana al convento de San Clemente de Toledo,
de donde salió para casarse con Godoy el 2 de octubre de 1797. El
matrimonio fue decidido por decreto de Carlos IV,
tras ser consultada María Teresa, que tenía dieciséis años que accedió. La boda favorecía a ambas partes: a
la familia de María Teresa se le restablecía
su posición en la caca de Borbón y se rehabilitaba a los tres hermanos y a
su madre, autorizándoles a llevar el apellido real y los títulos. Por otra
parte, los reyes, además, elevaban así a
Godoy, su hombre de confianza, al emparentarle con la casa real.
En la mano izquierda
luce una sortija, cuya pincelada central, precisa y muy bien definida, resalta
el brillo del diamante, y en la derecha otra, sobre el dedo corazón, adornada
con la miniatura de un retrato masculino, muy abocetado, sin duda de Godoy, que luce la banda azul de la orden de calos III.
La luz ilumina plenamente la delicada figura,
resbalando sobre el traje de tonos claros, creando un especial efecto
atmosférico que recuerda a las últimas obras de Velázquez. A su alrededor
no hay elementos que aludan a la estancia, reforzándose la idea de soledad que
expresa el bello rostro de la joven. Y es que Goya concentra toda su atención
en el carácter tímido y ausente de María Teresa, animando al espectador a
admirarla de la misma manera que hacía él mismo.
No debemos olvidar la importante base de dibujo que presenta,
especialmente el rostro. La gama de colores cálidos con la que trabaja otorgan
mayor delicadeza y elegancia a la figura.
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