Los retratos funerarios de El Fayum, son quizá la expresión artística más singular del Egipto romano.
Se trata de retratos de hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos pintados en vida de estos, ocasionalmente enmarcados, expuestos en su casa y que posteriormente fueron recortados para acoplarlos sobre el rostro de su momia para preservar su memoria.
Sarcófago del joven Artemidoro
98 - 117 d.C.
El sarcófago, de cartón enriquecido con pan de oro, lleva inscrita la frase "Artemidoro, adiós", y está decorado con representaciones de varias divinidades egipcias:
Horus, Thot con la cabeza de ibis y Anubis con cabeza de chacal.
Antes de analizar los retratos, situémonos en el tiempo y en el espacio:
Los localizamos en la fase final de la historia del Antiguo Egipto, concretamente entre los siglos I y III de nuestra era; cuando el esplendor del poder faraónico hacía tiempo que había finalizado y un nuevo orden, impuesto tras la anexión del territorio al imperio romano, ha desplazado el centro de gravedad desde el valle del Nilo al mar Mediterráneo.
Se encontraron mayoritariamente en la región de El Fayum, de ahí su nombre, si bien algunos han sido descubiertos fuera del Fayum, por ejemplo en Saqqara y Antinoopolis.
La región de El Fayum, está situada en el noroeste de Egipto a unos 89 km. al sur de El Cairo, y fue y es, una fértil zona de oasis cuyas tierras son regadas por el Bahr Yusef, afluente del Nilo.
En la zona te tuvimos presentes tres civilizaciones:
La civilización romana, para la que el retrato, herencia etrusca, suponía algo de suma importancia. No creían en la vida después de la muerte. En sus creencias, después de esta vida no existía nada, salvo el recuerdo de los hechos realizados durante la misma y, la memoria del difunto. A diferencia de las representaciones idealizadas griegas, el romano se interesaba por la huella del tiempo en los rostros, al fin y al cabo, en el individualismo de los rasgos quedaba marcada parte de la biografía del difunto.
La religión egipcia se diferencia totalmente de la romana en su creencia en la “otra vida”.
En los textos egipcios se suponía que el hombre poseía un cuerpo jat, un cuerpo espiritual sahu, "espíritu" ba, un "doble" ka, inteligencia ju, su sombra jaibit, una forma sejem, un corazón o mente ib, y un nombre ren. La conservación del cuerpo y de sus elementos fundamentales era necesario para alcanzar la existencia eterna, entendida como la continuación de la viva terrenal. A esa necesidad responde el ritual de momificación que consistía en librar a el cuerpo de la mayoría de las partes fácilmente corruptibles, para ser preservado, siendo para ello limpiado con natrón, rellenado de especias y plantas aromáticas, envuelto con vendas de lino, y protegido por amuletos y textos religiosos, y desde el Primer Periodo Intermedio protegido su rostro con máscaras funerarias para facilitar su identidad como un ser que habitaba en los dominios del Osiris.
La “moda” de los “retratos” en momias, usados en lugar de las tradicionales máscaras funerarias egipcias, probablemente comenzó en Egipto durante el gobierno del emperador Tiberio (14-37 D.C) y se mantuvo durante unos 200 años.
La concepción griega se sitúa entre las dos, representando la muerte como la aniquilación de la identidad del individuo en el reino del Hades o según los cultos mistéricos, como la deificación del alma del iniciado.
Estas tres influencias, la egipcia, griega y la romana, culminan en los Retratos del Fayum.
La forma de enterramiento seguía siendo egipcia, pero el estilo pictórico de los retratos era totalmente grecorromano. Lo importante era captar el parecido físico del fallecido.
¿Quiénes son los representados?
El Fayum en época romana era un área muy cosmopolita, con esperanza de vida muy baja.
Si observamos los retratos, los rasgos individuales de los personajes “retratados” responden a diferentes tipos étnicos, correspondientes a diferentes procedencias: griegos, macedonios, sirios e indios.
Se cree que se trata de miembros de las elites militares o religiosas, descendientes de colonos o colonos mismos, personas con un poder adquisitivo que les permitía costearse un oficio religioso de precio alto.
Características:
El soporte de los retratos del Fayum es madera de roble, sicómoro, ciprés, higuera, cedro y cítricos, muchas veces entelado en lino. La madera estaba preparada para favorecer “el agarre” de la cera, con sulfato de calcio, carbón y pigmento ocre, resultando una superficie ligeramente granulada.
Están pintados con las técnicas de la encáustica o el temple, y suelen ser retratos de busto casi frontales, y para darles más naturalidad, el modelo suele girar el rostro muy ligeramente hacia uno de los lados. Por lo general, ellos van siempre muy bien vestidos y ellas perfectamente enjoyadas.
Por las vestimentas, las joyas y los peinados tenemos una aproximación a la moda de la época.
No se sabe a ciencia cierta si los retratados posaban o si se dibujaban de memoria, pero la es pose es estática y siempre nos miran, es una mirada confiada, inquieta, triste y severa.
En los retratos, a veces, aparecen inscripciones sobre el retratado (la edad del difunto al morir, y su filiación familiar) o el autor, aunque mayoritariamente son obras anónimas.
Se cree, que tenían un carácter doméstico, ornamental y sentimental.
Los retratos, como vimos antes, permanecían un tiempo en la casa, conviviendo con los vivos para pasar a formar parte, posteriormente, al terreno funerario.
En investigaciones recientes se han realizado escáneres a los cadáveres, comprobándose en muchos casos que la edad de muchos individuos al morir se corresponde con la de su representación. Se han llevado a cabo incluso reconstrucciones en tres dimensiones de los rostros representados.
En su estilo se observa una síntesis progresiva en el tiempo de los rasgos faciales de los retratados, que coincide con el avance del arte paleocristiano sirio y copto, y aproxima estas obras de arte a los iconos bizantinos.
Retrato femenino (¿Antinoe?), París, Museo del Louvre. Siglo II a.C.
"Este retrato es uno de los ejemplos más hermosos. Está realizado sobre madera de cedro y pintado con la técnica de la encáustica (pigmento disuelto en cera), por eso las pinceladas son tan visibles.
A diferencia de la mayoría de los retratos de El Fayum, la chica no mira hacia nosotros, sino que esquiva nuestra mirada. Aun así, sus gigantescos ojos negros siguen siendo magnéticos. Lleva el cabello recogido en un moño, sujeto con un alfiler de oro, unos preciosos pendientes, un broche para sujetar la capa y un collar de perlas, que no podemos ver porque ha quedado tapado por una lámina de pan de oro, color que simboliza la inmortalidad. Y desde luego, ha conseguido alcanzarla."
Los retratos han sido objeto de controversia. Los especialistas en arte grecorromano los consideraron obras egipcias, pero los egiptólogos los consideraron creaciones de los primeros años de la era cristiana, cuando Egipto estaba bajo el dominio de Roma y por lo tanto, fuera del ámbito egipcio.
Durante demasiado tiempo los historiadores del arte menospreciaron estas obras maestras.
Actualmente, los retratos están recibiendo la atención que merecen, sobre todo por la sorprendente posibilidad de que estos retratos introducidos entre las vendas de las momias quizás no sean representaciones del arte romano provincial, como se ha descrito más arriba, sino que sean obras creadas por egipcios para egipcios. Dicho de otro modo, puede que no sean retratos de la aristocracia mediterránea que controlaba Egipto en época romana, sino de los propios egipcios.
Vaya Gloria!, ¡ qué casualidad!, mañana tengo que hablar de ellos en clase..., los citaré como legado de pintura romana, aunque ya veo que no está tan claro. Un abrazo fuerte!
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